martes, 10 de abril de 2012

La misión de la Iglesia: Evangelizar

3ero de secundaria
La misión de la Iglesia: Evangelizar

Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.

Si leemos el  Evangelio de Marcos, nos encontramos como mandato final de Jesucristo con estas palabras:
Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”.

Un mandamiento que entraña una grave obligación, porque la salvación la ha condicionado Dios a la fe y al bautismo, ya que sigue diciendo Jesús:
El que crea y se bautice, se salvará; pero el que se resista a creer, se condenará”.

Por lo mismo, la Iglesia se encuentra ante un deber ineludible: evangelizar. La predicación del Evangelio, la Fe y el Bautismo están de tal manera entrelazados que no se pueden separar. Sin predicación, no hay fe; sin fe no hay bautismo; sin bautismo no hay salvación.
¿Qué debe hacer entonces la Iglesia, qué debe hacer cada comunidad cristiana, qué debe hacer cada bautizado? Ser instrumentos fieles en la mano de Jesucristo para llevar a todos el misterio de la salvación, continuando la misión que el mismo Jesucristo trajo al mundo recibida del Padre, y para la cual lo llenó el Espíritu Santo:

El Espíritu del Señor me ha ungido para anunciar a los pobres la gran noticia: ¡ha llegado la salvación!
La primera beneficiada por el cumplimiento de esta misión será la misma Iglesia, lo será cada comunidad cristiana, lo será cada apóstol. Pues su mismo trabajo y su empeño por evangelizar los irá renovando en la fe que recibieron en el Bautismo.

Cuanto más evangelicen, más se robustecerá su propia fe. Dar la fe con entusiasmo creciente es la mejor manera de agradecer a Dios el don de la fe y el mejor medio para conservar y acrecentar la propia fe.

Ahora, más que mirarnos cada uno en particular y mirar a toda la Iglesia, nos centramos en la comunidad cristiana a la que pertenecemos: la parroquia, la asociación, el movimiento en el cual nos hemos comprometido... En esta pequeña comunidad se centra para cada uno la Iglesia universal, y en esa comunidad desarrolla cada uno de nosotros la labor que le toca como miembro de la Iglesia.

¿Qué vemos, qué observamos alrededor de nuestra propia comunidad? ¿Qué desafíos nos presenta?
Ante todo, nos damos cuenta de que son muchos los que desconocen prácticamente a Jesucristo. ¿Podemos quedarnos indiferentes, y no llevarles el conocimiento del Señor Jesús?
No hay comunidad cristiana, no hay cristiano alguno, que esté libre de la obligación de hacer conocer a Cristo en todo el mundo. ¿Y cuál es la parte del mundo, sino la que está a mi alrededor, la que me toca a mí como campo de mi trabajo, como parcela en la que yo debo sembrar el Evangelio?
Cuando miramos así a la Iglesia como un campo inmenso que abarca todo el mundo, pero dividida en multitud de parcelas que no rompen la unidad, sino que todas se conjuntan en la misma y única Iglesia, entonces entendemos eso de cuidar cada uno de nuestro metro cuadrado, es decir, de esta parte de la Iglesia que me toca a mí, la que está a mi alrededor, y de la cual yo voy a responder. Es entonces cuando se siente la urgencia del apostolado, y nadie tiene el mal gusto de quedarse con los brazos cruzados mientras hay tanto que hacer por Jesucristo y por el Reino de Dios.
Los medios que la Iglesia pone a mi disposición para evangelizar son muy antiguos y resultan siempre nuevos:
·         La catequesis, por la cual enseño a los demás las verdades de la fe que no conocen. ¿Estudio yo a Cristo y la doctrina de la fe, para poder comunicarlo a los demás que lo necesitan?

·         La liturgia, el culto de la Iglesia, que con la Palabra, los Sacramentos y los demás signos, es una lección continua de la fe cristiana. ¿Participo activamente y hago participar a los demás en los actos del culto, sabiendo que con ellos evangelizo de una manera muy poderosa?

·         La oración, con la cual se llega a todas partes y va mucho más allá que nuestra actividad externa. Jesús, contemplando la mucha cosecha que había por delante, fue lo primero que nos encargó: “La mies es mucha, rogad al Señor de la mies que mande operarios a su campo”.

·          ¿Tomamos la oración en la comunidad como la actividad primera de nuestro apostolado?

·         El testimonio, es imprescindible. Hoy al mundo lo convencen los testigos, no los maestros. Si los de fuera nos ven consecuentes con nuestra fe, serán arrastrados hacia Jesucristo y su Iglesia.

·         En medio de nuestras limitaciones, ¿somos católicos convencidos, con vida testimoniante?

Todo esto lo desarrollamos en el ámbito de nuestra comunidad particular parroquia, asociación o movimiento, pero nuestra mirada debe ir mucho más lejos: hemos de vivir el espíritu misionero de la Iglesia de tal modo que no haya obra de la Iglesia universal que no nos afecte, que no nos toque de cerca y que no sienta nuestra colaboración en la medida de nuestras posibilidades. El mandato último de Jesús no puso límites geográficos a nuestro apostolado, pues nos dijo:
“Id por todo el mundo.., a todas la gente, a todos los pueblos de la tierra”.

Este mandato de Jesús a toda la Iglesia, a cada comunidad cristiana, a cada creyente en particular a mí, en concreto es enardecedor y es exigente. Nos entusiasma, porque todos hemos soñado alguna vez en ser misioneros, en ser apóstoles. Y aunque nos pida mucho, ¿medimos nuestra grandeza al tener la misma misión que el Señor: llevar la fe, llevar la salvación al mundo entero?

ACTIVIDAD
1.- Realiza un organizador visual del tema.
2.-¿Cómo cumple actualmente la iglesia este mandato de Jesús?
3.-¿Qué nuevas formas de evangelización propones para llevar a cabo esta misión? Fundamenta tu respuesta.
4.- Analiza: “LA FE SE FORTALECE DÁNDOLA”


domingo, 8 de abril de 2012

¿EL USO DE PRESERVATIVO ES MORAL O INMORAL?

4TO DE SECUNDARIA.
Con ocasión de la publicación del libro-entrevista de Benedicto XVI, Luz del mundo, se han difundido diversas interpretaciones incorrectas, que han creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de algunas cuestiones de moral sexual. El pensamiento del Papa se ha instrumentalizado frecuentemente con fines e intereses ajenos al sentido de sus palabras, que resulta evidente si se leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad humana. El interés del Santo Padre es claro: reencontrar la grandeza del plan de Dios sobre la sexualidad, evitando su banalización, hoy tan extendida.

Algunas interpretaciones han presentado las palabras del Papa como afirmaciones contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con preocupación, como si se tratara de una ruptura con la doctrina sobre la anticoncepción y la actitud de la Iglesia en la lucha contra el sida. En realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a un comportamiento gravemente desordenado como el de la prostitución (cfr. Luz del mundo, pp. 131-132), no modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la Iglesia.

Como se desprende de la lectura del texto en cuestión, el Santo Padre no habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la anticoncepción. Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy precisos por Pablo VI en el n. 14 de la encíclica Humanae vitae, cuando escribió que «queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación». Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se pueda deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso del preservativo para evitar embarazos no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni a su pensamiento. En este sentido, el Papa propone en cambio caminos que sean humana y éticamente viables, que los pastores han de potenciar «más y mejor» (cf. Luz del mundo, p. 156), es decir, caminos que respeten plenamente el nexo inseparable del significado unitivo y procreador de cada acto conyugal, mediante el eventual recurso a métodos de regulación natural de la fertilidad con vistas a la procreación responsable.

En cuanto al texto en cuestión, el Santo Padre se refería al caso completamente diferente de la prostitución, comportamiento que la doctrina cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 27; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2355). Con relación a la prostitución, la recomendación de toda la tradición cristiana -y no sólo de ella- se puede resumir en las palabras de san Pablo: «Huid de la fornicación» (1 Co 6, 18). Por tanto, hay que luchar contra la prostitución; y las organizaciones asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de trabajar para librar a las personas que están involucradas en ella.

En este sentido, es necesario poner de relieve que la situación que en muchas áreas del mundo se ha creado por la actual difusión del sida, ha hecho que el problema de la prostitución sea aún más dramático. Quien es consciente de estar infectado con el VIH y que por tanto puede contagiar a otros, además del pecado grave contra el sexto mandamiento comete uno contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de otra persona, con repercusiones también para la salud pública. A este respecto, el Santo Padre afirma claramente que los profilácticos no son «una solución real y moral» del problema del sida, y también que la «mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad», porque no se quiere afrontar el extravío humano que está en el origen de la transmisión de la pandemia. Por otra parte, es innegable que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro para la vida de otra persona, intenta reducir el mal vinculado a su conducta errónea. En este sentido, el Santo Padre pone de relieve que recurrir al profiláctico con «la intención de reducir el peligro de contagio, es un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente, hacia una sexualidad más humana». Se trata de una observación completamente compatible con la otra afirmación del Santo Padre: «Ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH».

Algunos han interpretado las palabras de Benedicto XVI valiéndose de la teoría del llamado "mal menor". Esta teoría, sin embargo, es susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista (cf. Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor, nn. 75-77). No es lícito querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor. El Santo Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita en cuanto mal menor. La Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien, practicando la prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por disminuir el peligro de contagio, a través incluso del uso del profiláctico, esto puede constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien el mal de la prostitución siga conservando toda su gravedad. Dichas apreciaciones concuerdan con lo que la tradición teológico moral ha sostenido también en el pasado.

En conclusión, los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica deben saber que en la lucha contra el sida hay que estar cerca de las personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan vivir la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del pacto conyugal. En este sentido, hay que denunciar también aquellos comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa, representan precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la sexualidad una expresión de su amor. «Por eso la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana» (Luz del mundo, p. 131).


ACTIVIDAD
1.-¿Crees que la prostitución es un mal menor? Fundamenta tu respuesta.
2.-¿ Por qué el uso del  preservativo es inmoral?
3.- Interpreta la siguiente frase “SOIS TEMPLOS DEL ESPÍRITU SANTO”
4.- ¿Qué actitudes debemos tomar con personas infectadas por VIH”
5.-¿Por qué la iglesia se opone al uso de anticonceptivos cualquiera que sea su naturaleza?
6.-¿Qué efectos colaterales produce el uso de anticonceptivos?

martes, 3 de abril de 2012

5to año: "¿Qué es el agnosticismo?"

El agnosticismo es la creencia de que es imposible conocer o probar la existencia de Dios. La palabra “agnóstico” significa esencialmente “sin conocimiento”. El agnosticismo es una postura más intelectualmente honesta que la del ateísmo. El ateísmo declara que Dios no existe – una posición improbable. El agnosticismo declara que la existencia de Dios no puede ser probada o negada – que es imposible conocer si Dios existe. En este concepto, el agnosticismo está en lo correcto. La existencia de Dios no puede ser empíricamente probada o negada.

La Biblia nos dice que debemos aceptar la existencia de Dios por fe. Hebreos 11:6 dice, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Dios es espíritu (Juan 4:24), así que Él no puede ser visto o tocado. A menos que Dios elija revelarse a Sí Mismo, Él es esencialmente invisible para nuestros sentidos (Romanos 1:20). La Biblia enseña que la existencia de Dios puede ser claramente apreciada en el universo (Salmo 19:1-4), sentida en la naturaleza (Romanos 1:18-22), y confirmada en nuestros propios corazones (Eclesiastés 3:11).

El agnosticismo está esencialmente indispuesto a hacer decisiones a favor o en contra de la existencia de Dios. Es la última posición de “nadar entre dos aguas”. Los teístas creen que Dios existe. Los ateos creen que Dios no existe. Los agnósticos creen que no debemos ni creer ni negar la existencia de Dios – porque es imposible probar una u otra cosa.

Por el bien del argumento, deshagámonos por un momento de las claras e innegables evidencias de la existencia de Dios. Si ponemos las posturas del teísmo y el ateísmo a la par del agnosticismo, al cual tiene más “sentido” creer – considerando la posibilidad de la vida después de la muerte. Si Dios no existe, los teístas, ateos y agnósticos por igual, simplemente dejan de existir cuando mueren. Si Dios existe, los ateos y agnósticos tendrán a Alguien a quien responder cuando ellos mueran. Desde esta perspectiva, definitivamente tiene más “sentido” ser un teísta que un ateo o agnóstico. Si ninguna de estas posiciones puede ser probada o desaprobada, ¿no parece más sabio hacer cualquier esfuerzo para creer en la postura que puede tener un eterno e infinito resultado más deseable?

Es normal tener dudas. Hay tantas cosas en este mundo que no podemos entender. Con frecuencia la gente duda de la existencia de Dios porque no entienden o están de acuerdo con las cosas que Él hace o permite. Sin embargo, nosotros, como criaturas humanas finitas, no debemos esperar que estemos capacitados para comprender a un Dios infinito. Romanos 11:33-34 dice, “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” Debemos creer en Dios por fe y confiar en Sus caminos por fe. Dios está pronto y deseoso de revelarse a Sí Mismo en maneras increíbles para aquellos que crean en Él. Deuteronomio 4:29 proclama, “Mas si desde allí buscares a Yahvé tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.” 

ACTIVIDAD 

1. Realiza un cuadro comparativo entre ateísmo y agnosticismo. 

2. ¿Qué actitudes debemos mostrar los católicos para demostrar que están equivocados los agnósticos y los ateos? 

3. ¿Cuáles son las actitudes de cristianos donde se muestran como ateos o agnósticos prácticos? Fundamenta tu respuesta. 

4. ¿Cómo puedes demostrar como cristiano que Dios existe? 

5. ¿A través de que Dios se revela al hombre?

5to año: "¿Qué es el ateísmo?"

El ateísmo es la creencia de que Dios no existe. El ateísmo no es algo nuevo. El Salmo 14:1 escrito por David alrededor de 1000 a.C. menciona el ateísmo – “Dice el necio en su corazón; No hay Dios.” Recientes estadísticas muestran un creciente número de gente convirtiéndose al ateísmo, con más del 10% de gente alrededor del mundo declarándose a sí mismos partidarios del ateísmo. Así que, ¿por qué más y más gente se vuelve atea? ¿Es el ateísmo realmente la postura lógica que claman los ateístas ser?

¿Por qué existe aún el ateísmo? ¿Por qué no Dios simplemente se revela a Sí Mismo a la gente, probando así que Él existe? Seguramente si Dios apareciera, ¡todos creerían en Él! El problema con esta idea es que no es el deseo de Dios sólo convencer a la gente de que Él existe. El deseo de Dios para la gente es que crean en Él por fe (2 Pedro3:9) y acepten Su regalo de salvación (Juan 3:16). Sí, Dios puede aparecer y demostrar de una vez por todas que Él existe. El problema es que Dios claramente ha demostrado Su existencia muchas veces en el Antiguo Testamento (Génesis capítulos 6-9; Éxodo 14:21-22; 1 Reyes 18:19-31) ¿Creyó la gente que Dios existe? ¡Sí! ¿Se volvieron de sus malos caminos para obedecer a Dios? ¡No! Si una persona no está dispuesta a aceptar la existencia de Dios por fe, entonces definitivamente no estará dispuesta a aceptar a Jesucristo como su Salvador por fe (Efesios 2:8-9). Ese es el deseo de Dios – que las personas se conviertan en cristianos, no sólo teístas (quienes creen que Dios existe).

La Biblia nos dice que la existencia de Dios debe ser aceptada por fe. Hebreos 11:6 declara, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” La Biblia nos recuerda que somos bendecidos cuando creemos y confiamos en Dios por fe, “Jesús le dijo; porque me has visto Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron.” (Juan 20:29).

El hecho de que la existencia de Dios debe ser aceptada por fe, no significa que creer en Dios sea ilógico. Existen muchos buenos argumentos para percibir la existencia de Dios.. La Biblia enseña que la existencia de Dios es claramente visible en el universo (Salmo 19:1-4), en la naturaleza (Romanos 1:18-22), y en nuestros propios corazones (Eclesiastés 3:11). Con todo lo dicho, nuevamente, la existencia de Dios no puede ser probada; debe ser aceptada por fe.

Al mismo tiempo, se necesita la misma cantidad de fe para creer en el ateísmo. El hacer la declaración absoluta de “¡Dios no existe!” es hacer una aseveración de conocer absolutamente todo lo que hay que saber acerca de todo – y haber estado en todos los lugares que componen el universo – de haber presenciado todo lo que hay que ser visto. Desde luego, ningún ateo hará estas afirmaciones exactamente. Sin embargo, eso es en esencia lo que ellos aseguran cuando declaran que Dios no existe. Los ateístas no pueden probar que Dios no, por ejemplo, vive en el centro del sol, o atrás de las nubes de Júpiter, o en alguna nebulosa distante. Esto no puede ser probado, así que tampoco puede probarse que Dios no existe. Se necesita la misma medida de fe para ser ateísta, que para ser teísta.

Así que, estamos de regreso donde empezamos. El ateísmo no es comprobable y la existencia de Dios debe ser aceptada por fe. Yo creo firmemente que Dios existe. Admito gustosamente que mi creencia en la existencia de Dios está basada en la fe. Al mismo tiempo, rechazo firmemente la idea de que es ilógico creer en Dios. Creo que la existencia de Dios puede ser claramente vista, vívidamente sentida, y ser necesariamente filosófica y científicamente probada. Salmos 19:1-4 dice, “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras…”